Páginas

domingo, 8 de abril de 2012

Los Judas del Guarapiche


Manuel Malaver 08/04/2012

Como los Judas del Guarapiche serán quemados hoy en Maturín y ciudades y pueblos del Estado Monagas, los dos hombres a quienes los monaguenses consideran responsables de la tragedia que contaminó las aguas del río Guarapiche, dejó sin suministro a la planta potabilizadora que sirve de aguas limpias a la ciudad y alrededores, y lleva más de dos meses surtiendo con camiones cisternas a una población de cerca de 500 mil habitantes.
 
Hablamos de Rafael Ramírez, presidente de PDVSA, ministro de Energía y Petróleo, y autor de la política que partidizó a la estatal petrolera haciéndola “roja, rojita”, y por la cual, se obliga a los gerentes, técnicos y trabajadores de la empresa a trasladarse a Caracas a participar en cuando bonche celebra la revolución; y Alejandro Hitcher, ministro del Ambiente, que negó “por razones políticas” el derrame petrolero del 4 de febrero pasado, y hasta hoy es renuente a contabilizar los daños a la flora y la fauna causadas al Guarapiche y al medio ambiente por el desastre.
 
Entretanto, Maturín y poblaciones circunvecinas continúan sin suministro normal de agua potable, han tenido que hacerse reparaciones urgentes en “Aguas de Monagas”, la planta potabilizadora que quedó averiada por la recepción de agua petrolizada, y autorizar un gasto gigantesco que pasa del medio billón de bolívares para la compra de agua que llega en camiones cisternas a los hogares, sitios de trabajo y lugares públicos.
 
O sea, que los recursos con los cuales se hubieran construido las viviendas para cubrir el déficit habitacional del estado que es muy elevado, reparado los hospitales y escuelas públicas que están en el suelo, y recuperado carreteras y caminos vecinales que el vandalismo y el abandono oficiales han retrotraído a los tiempos del general Juan Vicente Gómez.
 
Una cifra colosal que ha ido a parar casi en su totalidad a manos de empresarios privados que son los que traen los camiones cisternas de los municipios, distritos y estados vecinos y cuentan con las suficientes conexiones oficiales para ser los únicos ganadores de “la tragedia del Guarapiche”.
 
Nuevas fichas, por tanto, a integrarse a la élite que se conoce como la “boliburguesía”, porque en medio de la incompetencia, el derroche y la corrupción que ha significado para la vida de millones de venezolanos la revolución y sus desafueros, son los únicos que han ganado, la secta que en medio de la ruina de las mayorías nacionales, lucen flotas de autos de lujo, yates, mansiones dentro y fuera del país y cuentas en dólares en bancos del exterior por si la política cambia de color y hay que mudarse a otros lares.
 
Lo peor, sin embargo, en lo que se refiere al gasto, está por venir, ya que tendrán que atenderse las sequelas ambientales del desastre, que no solo han afectado al Guarapiche, sino a los ríos, caños y fuentes de agua subsidiarias, a bosques y sabanas afectadas y la reparación de la tubería de aducción del crudo que va de los campos de El Furrial y Jusepín a los tanques de almacenamiento, ya de por si abandonada, pero ahora clamando por una renovación urgente.
 
Es el fruto de la política de extraer la menor cantidad de crudo posible si los precios se mantienen altos y la industria rinde con el menor esfuerzo para dirigir sus ganancias al gasto en demagogia y dilapidación clientelar que llaman “inversión social”, pero que en realidad lo que hacen es procurarle votos y apoyo al presidente vitalicio que aspira a establecer una dinastía en Venezuela.
 
Pero también puede considerarse como una consecuencia de haber expulsado de PDVSA a 25 mil trabajadores entre gerentes, técnicos, empleados y trabajadores por razones políticas en el 2003, porque no compartían “la línea de la revolución” y haberlos sustituido por militantes “revolucionarios”, improvisados y voluntaristas, que lo que saben es “obedecer”, ya se trate de mentir con las cifras de producción de la industria, o de ocultar los daños reales que van originándose en su infraestructura.
 
De ahí que pueda decirse que “la tragedia del Guarapiche” es una síntesis o resumen de la decadencia de la industria petrolera venezolana y en especial de su empresa matriz, PDVSA, pues por la extrema politización que obliga a los gerentes, empleados y trabajadores a movilizarse a Caracas a participar en las fiestas gobierneras se produjo un derrame que tardó 24 horas en corregirse, por la política de producir menos a cambio de precios altos se ha abandonado la infraestructura que en otras épocas habría evitado, o controlado con prontitud el desastre, por la extrema partidización se le oculta la verdad al país y por la corrupción imperante se dilapidan recursos que en otras circunstancias hubieran atendido necesidades más urgentes de la población.
 
En definitiva, que todo lo que configura la gestión pública de un gobierno a la deriva, sin centro ni norte, sin coordinación ni seguimiento de sus políticas porque el presidente, afectado por un tumor canceroso, no quiere gobernar sino desde Cuba, donde le hacen las quimios y las radio terapias y que, como no confía ni en la medicina ni los médicos nacionales, no tiene empacho en cubrir al país con la vergüenza de que su presidente lo gobierne a control remoto y vía cadena de televisión y radio, en los que reúne al gabinete, y supuestamente planifica y se dirige a la población.
 
Es también, la tribuna desde la cual piensa hacer campaña electoral, porque ni asomarle que debe a renunciar a la presidencia y a la candidatura dado que sus condiciones de salud no le permiten desempeñarse en una y otra responsabilidad, porque él nació para morir gobernando, y sea en silla de ruedas, o en cama, no entregará la presidencia y la candidatura a menos que ya no respire.
 
Por eso, creo que también debe figurar entre los “Judas del Guarapiche”, entre los causantes principales de un desastre regional que es consecuencia del nacional, del horror que ha permitido que Venezuela se deslice a los peores sitiales en el mundo en desarrollo humano, en inseguridad, criminalidad y delincuencia organizada (19.500 venezolanos encontraron la muerte el año pasado en hechos de violencia), en inflación (30 por ciento anual, la más alta del mundo occidental), corrupción y deterioro acelerado de su infraestructura y servicios públicos.
 
Una panorámica, en definitiva, que no es sino una infamia, la infamia de haber vendido a Venezuela a un país extranjero y la cual no puede pagarse sino, como ha decidido el pueblo monaguense, con el castigo que recibió otro infame y traidor: Judas Iscariote.
Claro, aunque sea simbólicamente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico