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domingo, 22 de abril de 2012

Del difícil y peligroso arte de responder una encuesta electoral en un barrio venezolano


Por Radar de Los Barrios, 15/04/2012

Corrían los primeros meses de 1998, año electoral extremadamente complejo. La candidatura de Irene Sáez galopaba con firmeza en la delantera de la mayoría de los sondeos de opinión, también impactados por lo que ocurría al interior de Acción Democrática, que terminaría seleccionando como abanderado electoral al “Caudillo” Alfaro Ucero. Henrique Salas Romer era un opción que también cosechaba puntos importantes en las mediciones de opinión, y hasta candidaturas como la de Miguel Rodríguez (opción del partido neoliberal Apertura, que agrupaba a los seguidores de Carlos Andrés Pérez, y en cuyas filas militaba el actual ex ministro de agricultura chavista Juan Carlos Loyo) y la del dirigente obrero Alfredo Ramos (propuesto por La Causa R, partido que en las elecciones presidenciales anteriores había sacado casi 20% de los sufragios) lograban mostrar algún puntaje en la tabla de posiciones.

“¿Y Chávez?”, se preguntará usted. La interrogante es legítima: ¿Qué pasaba con Chávez y las encuestas? ¿Cómo es posible que quién termino ese año 1998 ganando las elecciones con el segundo porcentaje más alto de la historia (56,20% de los votos emitidos, solo superado por el 56,67% obtenido en 1983 por Jaime Lusinchi) a principios de año apareciera en las encuestas con un porcentaje pírrico, pequeñísimo, prácticamente igual al también magro porcentaje de quienes decían no estar seguros de ir a votar? ¿Es que Chávez no existía como perspectiva electoral para muchos venezolanos a sólo unos meses de las elecciones que luego ganaría en forma contundente? ¿O si existía, pero las encuestas no recogían esa franja de opinión por razones políticas o económicas?

CUANDO LAS ENCUESTAS “NO VEÍAN” A CHÁVEZ…

Corrían, repito, los primeros meses de 1998, año electoral extremadamente complejo. En esos días conversé con Flor Quintero, una dama habitante de Caricuao. A la pregunta de quién ganaría las elecciones en ese año que recién se iniciaba, me respondió sin dudar: “¡Aquí gana Hugo Chávez!”. Fue tan clara la certeza que expresaban sus palabras, y tan contradictoria con lo que para entonces recogían todas las encuestas y sondeos de opinión, que repetí la pregunta a muchas otras personas, habitantes de sectores populares en Catia, Antímano, Petare, El Valle, La Vega y La Pastora. En la casi totalidad de los casos me encontré la misma respuesta: “¡En este país gana Chávez!”. Y para entonces Chávez seguía sin aparecer en las posiciones principales de las encuestas de opinión.

Tal divorcio entre la realidad a la que yo tenía acceso empírico, práctico, y la “fotografía de la realidad” que intentan ser las encuestas se debía no a que las encuestadoras intentaran minimizar la opción chavista, o a que tal opción no mostrara desde principios de año el potencial que luego reveló. Concurrieron en tal desfase entre encuestas y realidad varios factores de carácter técnico (vinculados a razones logísticas que a su vez disparan costos y que terminan ocasionando la sub-representación de los sectores populares en las muestras poblacionales estudiadas) y por otra razón, a nuestro juicio fundamental, de naturaleza eminentemente socio-política.

Esa razón socio-político tiene que ver con la disposición de los entrevistados a suministrar la información requerida. En el inicio de 1998 el candidato Chávez era un sujeto que venía de dar un Golpe de Estado, venía de haber estado preso, y manifestar apoyo a esa opción en presencia de extraños podía ser percibido en los sectores populares como “riesgoso”. Esta percepción cambia cuando -hacia mediados de ese año 1998- importantes grupos económicos y medios de comunicación “adoptan” la candidatura de Chávez, “normalizando” social y comunicacionalmente su existencia. Ante esa nueva realidad socio-política, expresar el apoyo a Chávez deja de ser un “riesgo” y sus puntajes en las encuestas se disparan. Como pasó con la palabra “pendejo”, que después que Uslar Pietri la uso en público todo el mundo se sintió autorizado para hacerlo, ocurrió lo mismo con el apoyo a Chávez: Después que el respaldo de los Cisneros y los Otero, entre otros grupos y factores de poder, hicieran públicamente “respetable” esa candidatura, el habitante del barrio se sintió en libertad de decirle al encuestador lo que a mí me estaban diciendo desde principios de año: “Yo voto por Chávez”.

HOY PASA LO MISMO, PERO CON CAPRILES…

Hoy, catorce años después, pasa algo muy similar, pero con la candidatura de Henrique Capriles. Como aquel Chávez delgado y lleno de vitalidad de 1998, hoy Capriles hace una campaña basada en el contacto directo, cara a cara, casa por casa. El estudio “Valoraciones Sociales de la Democracia” publicado por el Centro Gumilla en noviembre de 2011 revela que, como en la Venezuela de 1998, en los sectores populares hablar de política ante extraños sigue siendo considerado “riesgoso”. Lejos de desaparecer, esa percepción se ha agravado, pues hoy pronunciarse en el barrio abiertamente contra la candidatura del gobierno implica no la posibilidad de una “censura” simbólica o relacional, sino el muy concreto riesgo de perder acceso a los programas sociales del Estado, e incluso de ser agredido social o físicamente...

A pesar de ello, para Marzo de 2012 la ventaja que Chávez tiene sobre Capriles en las encuestas podría ser definida, acudiendo al exquisito léxico presidencial, como “una ventaja de m…..”: Es tan precaria que casi se iguala con el margen de error estadístico, lo que da a lugar a que muchos expertos hablen hoy de empate técnico (frase que aterra a la costra gobiernera) entre el joven y enérgico candidato de la Unidad Democrática y el ya desgastado -y ahora además gravemente enfermo- abanderado de la opción continuista. Este último factor, el de la salud del Ciudadano Presidente, empieza a gravitar con fuerza en las expectativas electorales de la población: Ante un eventual retiro de la candidatura de Hugo Chávez por razones de salud, todas las encuestas ubican a Henrique Capriles hasta con 9 puntos de ventaja sobre el menos malo de los probables candidatos del PSUV distintos a Chávez…

DE LA POSIBILIDAD DE VICTORIA A LA VICTORIA POSIBLE

Es claro entonces el horizonte de victoria que por delante tiene la candidatura de Henrique Capriles. Pero es claro también que para alcanzar ese horizonte se deben dar pasos que profundicen los logros alcanzados hasta ahora. Establecer un puente de empatía nutritiva con las empobrecidas mayorías nacionales en general, y con sectores muy concretos de la base chavista en particular, más que “posible” es absolutamente indispensable para alcanzar el triunfo electoral el 7-O y para garantizar luego la gobernabilidad democrática en el escenario, promisor pero exigente, que se avecina. 

Sobre cómo lograrlo escribiremos la próxima semana…

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