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viernes, 27 de abril de 2012

Aponte Aponte y Woody Allen


Trino Márquez Viernes, 27 de abril de 2012

Por el simple deseo de realizar un ejercicio imaginativo, pensemos en que EAA  no fuese un desertor y delator del régimen, sino un encumbrado miembro de la oposición que decidió abandonar sus filas para revelar algunos cuantos secretos

 Woody Allen, con su típico estilo de humor ácido, acuñó la siguiente frase: el hecho de que yo sea paranoico no quiere decir que no me estén persiguiendo. Trasladada la sentencia al episodio  protagonizado por Eladio Aponte Aponte: el hecho de que las acusaciones provengan de un juez venal no significa que sean falsas. El soplón no fue sometido a ninguna  tortura. Cantó como un canario por su propia voluntad.

         Por el simple deseo de realizar un ejercicio imaginativo, pensemos en que EAA  no fuese un desertor y delator del régimen, sino un encumbrado miembro de la oposición que decidió abandonar sus filas para revelar algunos cuantos secretos. Con absoluta seguridad toda la jauría del oficialismo se habría desatado contra las personas, acusadas por ese siniestro personaje de narcotraficantes y mercaderes de la justicia.

         El Presidente-Comandante habría encadenado los medios para exclamar que a confesión de parte, relevo de pruebas: treinta años de presidio para esos delincuentes. La Fiscal General habría nombrado varios fiscales subalternos para llevar las investigaciones hasta las últimas consecuencias. La Defensora del Pueblo diría que los indiciados habían cometido un delito grave que merecía un castigo ejemplar. La Asamblea Nacional habría nombrado una comisión para averiguar tan delicadas acusaciones y establecer las responsabilidades del caso. El Tribunal Supremo de Justicia habría reunido la Sala Plena para emitir un veredicto inapelable con la máxima pena, atendiendo las demandas del comandante. Todo el sistema habría actuado de forma diligente.

         Ahora, el caso es otro. Chávez lo llama delincuente, como si no estuviese enterado de todas las tropelías de su antiguo protegido. El Gobierno se defiende con los mismos lugares comunes de siempre. Culpa al imperialismo yanqui de urdir una maniobra artera contra la revolución bolivariana. Responsabiliza al exfiscal militar de haberse coaligado con la oposición y ser ahora su aliado y agente. Sataniza  a la DEA, colocándola en el bando de los narcotraficantes. La mayoría oficialista de la Asamblea Nacional da asco. El régimen monta una operación de camuflaje y encubrimiento de los de los indiciados, sin concederles ningún valor a las pormenorizadas acusaciones  del denunciante. En ningún momento dice que las imputaciones son mentiras. Parecieran convencidos de que todo es cierto.      

         El antiguo capo de los abusos, miembro activo de la reunión de los viernes por la mañana en Miraflores, en las que se deciden a quién se le pasa la guillotina judicial y a quién no, hoy es un paria del chavismo. Sus antiguos mentores no se pronuncian sobre la veracidad de sus acusaciones, sino que lo descalifican lanzándolo al degredo. El mafioso no tiene quién lo defienda después de haber sido el brazo ejecutor de los caprichos del jefe de Estado. En las mafias, con los desleales no hay misericordia. En cambio, a quienes se mantienen leales a la “familia” se les blinda con un escudo protector.

         EAA operó como el garrote vil para aplastar el alma y el cuerpo de venezolanos dignos que merecen ser reivindicados de inmediato, como señalan Blanca Rosa Mármol de León e Iván Darío Badell. Todas las decisiones de ese juez inmoral deben ser anuladas. Sus víctimas tienen que ser amnistiadas e indemnizadas por el Estado, con el fin de reparar, aunque solo sea en parte, el inmenso daño que una justicia amañada y subalterna a los intereses de un caudillo decimonónico les han infringido. La jueza Afiuni, el diputado Mazuco, Iván Simonovis y los otros comisarios que aún permanecen privados de libertad, deberían ser liberados de inmediato. Exigir la independencia y el adecentamiento del Poder Judicial constituyen metas estratégicas que habrá que lograr después del 7 de octubre, cuando se reconstruya el tejido institucional de la nación, destruido por los bárbaros que hoy controlan el poder. En las actuales circunstancias hay que demandar objetivos más inmediatos, referidos a personas concretas, víctimas de este sistema sádico montado por el chavismo con la eficaz ayuda del G-2 cubano.

         El caso de EAA forma parte del amplio expediente que los demócratas hemos  ido elaborando contra el autoritarismo chavista.  En esta oportunidad no les será fácil salirse de su suerte. El juez corrupto representa una viva imagen de un gobierno descompuesto  por todos lados.



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